LOS "GORRILLAS" CUBANOS Y OTROS ESPECÍMENES




el autor y el "gorrilla"


En La Habana, como en cualquier otra ciudad del mundo que se precie, la inventiva está a la orden del día. En Cuba más, si cabe, dada la situación que se vive allí, en donde la gente tiene que buscarse la vida como sea. Entre la heterogénea fauna urbana que asalta al turista, destacan dos tribus de las cuales quiero dejar constancia, los "gorrillas" (aparcacoches) y los "lavoylimpio".
En Cuba, como en otros países del mundo, los coches, dependiendo de a quién pertenezcan, o el uso al cual están destinados, tienen las placas de las matriculas de diversos colores. Por ejemplo, las pertenecientes a los cuerpos diplomáticos, son negras, las de los particulares, amarillas, rojas, del gobierno, azules, estatales, las blancas a los funcionarios del Poder Popular, órgano del gobierno, etc. Y las marrones, a los "carros" para alquilar a los turistas. Obviamente, estas tribus escapan como de la peste de las negras, azules y blancas, pasan de las amarillas, pero caen como moscas encima de los coches identificados con placas marrones, a la busca y captura del incauto.
Los "gorrillas" o aparcacoches, actividad regulada por el gobierno, se aprovechan del desconocimiento por parte del turista de que esta actividad, realmente, está regulada. La diferencia entre los trabajadores legales y los oportunistas es obvia; los primeros lucen una camiseta con publicidad de cierta famosa marca de ron, cuyo nombre evoca al de la capital cubana, y lucen una tarjeta plastificada, por lo general colgada del cuello, lo segundos, simplemente son personajes que quieren ganar dinero fácil a cuenta del despistado turista. A ambos es posible encontrarlos en las zonas frecuentadas por éstos, y en cuanto ven que uno anda buscando lugar para estacionar, enseguida te guían para luego pedirte "la voluntad", por lo general un dólar o dos. La picaresca no tiene precio. En la foto con la que abro este post, se me puede ver posando ante la puerta del floridita, a mis espaldas, el coche, recién "parqueado", aunque ocupando la calle (en realidad, estaba esperando que otro saliese para meterme yo), y detrás, a la derecha, puede verse a un fulano con paso presuroso, que se autodenominó a sí mismo "parqueador oficial de la calle", ya que, según él, vivía allí mismo, encima del restaurante. Como yo ya sabía el truco, le exigí que me presentase la tarjeta que lo identificaba como tal, y alegó haberla "olvidado" en casa. Le di las gracias por ayudarme a aparcar, pero también le dije que, si no me mostraba su permiso, no iba a darle nada. Empezó con una retórica del carajo sobre que si su hermano, que si el teléfono, en fin, que como no estaba para perder el tiempo escuchando penas, allí lo dejé, advirtiéndolo de nuevo, y el, muy serio, me dijo que no me preocupase. Tras aparcar bien, entramos en el restaurante Ana y yo, tomamos unos daiquiris, unos mojitos, nos hicimos unas fotos con Hemingway y tras una hora y poco, salimos, con la intención de ir a la Bodeguita del Medio, otro local favorito de papá Hemingway.
A la salida, ignoré intencionadamente al gorrilla, pero éste no estaba por perder su propina y rápidamente se me colgó de la ventanilla. Le reclamé la tarjeta. Nueva excusa acompañada de cara compungida.
-Chico, a ver, no me toques el carajo- Le dije -¿No dices que vives ahí?- Y le señalé el edificio.
-Si, caballero, pero es que mi hermano tiene la llave y salió, no sé donde está, debe estar al venir, espere, que lo llamo al celular, a ver...-
Se dirigió a un teléfono público a nuestro lado, enfrente del restaurante, y con todo el teatro del mundo, hizo ver que metía unas monedas y esperaba. Nada. Nuevo intento. Nada, por supuesto. No conozco ningún país en el cual los teléfonos públicos funcionen sin monedas. Aunque es posible que algún país los tenga, pero repito, yo, por lo menos, y he viajado un poco, no sé de ninguno, y por descontado, en Cuba no funcionan sin monedas. Le metí prisa
-Oye, no tengo todo el día, qué-
-No sé, compadre... No me coge el celular...-
-Estupendo, pues avísame cuando te lo coja. Llámame al celular...-
Y nos marchamos. El personaje se me quedó mirando con una cara que ni pa qué. Seguro que se acordó de mi familia. En fin...



Camino de la Maestra



Otra tribu que asalta a los turistas, principalmente en las gasolineras o en ciudades de provincias (no me encontré ninguno en la capital, ni en Santiago de Cuba), son lo que yo he dado en llamar "lavoylimpio", y no precisamente por que vayan lavados y limpios, no... Suelen ser gente marginal, con serios problemas de alcohol, aunque también los hay que pasan apuros y se ven obligados a hacer este tipo de faenas, pero es fácil distinguir unos de otros. Suelen ser personajes no muy lavados y por supuesto, poco limpios, con un cubo de agua en las manos, agua por lo general totalmente negra, que vaya usted a saber de qué albañal la han sacado, que, a la que detienes en cualquier gasolinera a cargar combustible, ya se te han pegado al coche, y antes de que te des cuenta, se te vienen encima como plaga bíblica, han sacado el sucio trapo y lo han estampado en todo el cristal, frotando como descosidos, mientras te preguntan si te lavan el carro. Por lo general, si no sabes la que se te viene encima, te cogen de sorpresa, y primero actúan, antes de preguntar, pues saben que, si preguntan antes, se les fastidia el negocio. No es fácil quitárselos de encima, pues muchas veces aprovechan que entras en las tiendas para llenarte el coche de mugre y luego esperan sonrientes a que salgas y les pagues el trabajo realizado. La diferencia entre los que lo hacen por joderte el dinero y los que lo hacen por ganarse la vida, es que, por lo general, éstos últimos no suelen recurrir a la picaresca, el agua y los trapos que usan, suelen estar, también, más o menos limpios, piden permiso, y realizan su trabajo a conciencia. A éstos, suelo darles permiso para lavar el coche, aunque esté limpio, y suelo darles buena propina, ya que se la ganan. Los otros, ya se les ve la pinta, no preguntan, aprovechan la ocasión y se lanzan al ataque. En Las Tunas, mientras realizaba unas compras, dejé el coche aparcado a la puerta de una chopin (degeneración latina del vocablo inglés Shopping), y al salir, me encuentro con un desastrado personaje, con unas barbas como si recién acabase de bajar de la Sierra Maestra acompañando a Fidel, más sucio que el caldero y el trapo que portaba en las manos. El agua del caldero estaba tan espesa por la suciedad que más parecía gelatina, o petroleo. El coche, lleno de churretones goteantes y hasta la punta de la antena destilando aquel negro elemento con que el fulano lo había embarrado. hasta el punto de que parecía haber cambiado de color. Por supuesto, los cristales parecían tintados. El personaje, bastante bebido para la hora que era, me esperaba, sonriente y tambaleante, para solicitarme el pago por sus "servicios". Alucinado, di una vuelta alrededor del coche, observando el trabajo realizado. No me quedaba duda alguna de que el hombre, pese a estar completamente borracho, se había esmerado, ni un solo centímetro de carrocería había quedado sin pringar convenientemente. De haber usado agua, el carro hubiese relucido. El personaje me siguió, caldero en mano, reclamándome con voz estropajosa el pago, mientras yo calculaba mentalmente las horas de trabajo que me esperaban para devolver al coche su antiguo esplendor y me echaba las manos a la cabeza. Dudé entre estrangularlo allí mismo, colgarlo de una farola, o simplemente meterle una patada en sus posaderas. Rechacé todas aquellas ideas, principalmente la de tantear sus posaderas con la punta de mis zapatos, ya me llegaba bien el trabajo de limpieza que me esperaba solo con el coche. Me volví hacia el fulano, le metí un par de gritos que lo pusieron en fuga y provocaron las risas de la concurrencia que a aquellas horas tomaba la sombra a la puerta del local y me largué, descuartizando mentalmente al individuo. Es cosa de tener paciencia...


Sierra Maestra



Durante uno de los viajes que realicé a la Sierra Maestra, buscando localizaciones para este proyecto, me vi obligado, durante esa estancia, a escribir unos carteles en los que, en letras bien grandes, explicaba que no quería que me limpiasen el coche, y que el que lo hiciese, no iba a recibir nada a cambio. En esta ocasión, íbamos acompañados por dos de nuestras anfitrionas, a las que ya hemos presentado, Idalia y Mami Livia. Durante el viaje, no pudimos dejar de visitar, por petición de nuestras anfitrionas, el santuario de la Virgen del Cobre, patrona de Cuba. Dejamos el coche en la explanada frente al santuario, y un policía de los que por allí estaban, se rió al verme colocar los carteles, charlamos un rato sobre el caso al que hacían alusión mis escritos, y nos metimos en el santuario. Más adelante entraremos con más profundidad a este tema, pues este santuario es objeto de devoción, ya no solo para los guajiros, sino para todo cubano. Al salir de nuestra visita, allí, junto al coche, cómodamente esperándonos a la sombra de los árboles, son sendos calderos a sus pies, nos aguardaban dos de estos lavaylimpia, con unas sonrisas de oreja a oreja.
-Señores, ¿ustedes no saben leer?- Les pregunté en cuanto se me vinieron encima, alabando su trabajo. Estaba claro que aquellos elementos no realizaban la tarea por necesidad, cada uno tenía a sus pies una botella mediada de ron.
-Mire, caballero, que bien se lo hemos dejado-
-Es que no lo quiero ni bien ni mal, aquí pone muy claro que no se lave este carro, y que no daré nada por ello-
-Hombre, no se ponga así, no nos habíamos fijado en los carteles-
-Entonces vayan al oculista- Los carteles eran unos cartones tamaño a4 con letras bien grandes y definidas, uno en el parabrisas frontal y otros dos a cada lado, en las ventanillas del conductor y del pasajero, respectivamente.
-No discuta con ellos- Me dijo Mami Livia -Deles lo que pidan y ya-
Por no hacerle un feo a la anfitriona, me volví a aquellos elementos.
-Por esta vez pase, denles las gracias a la señora. Qué les debo-
El que había permanecido un poco más alejado, se adelantó presuroso.
-Veinte dólares, caballero-
Mi sorpresa no tenía límites ante la desfachatez de aquellos fulanos.
-Ustedes me han visto cara de comemierda o qué. Qué carajo veinte dólares, no me jodan, al carajo, hombre- La frase que les dije no fue exactamente esa, los mandé a otro lado un poco diferente... El que había hablado primero, viendo que nos íbamos a ir sin darles nada, metió ficha rápidamente.
-¡Lo que usted quiera, señor, denos lo que usted quiera!-
-No me jodan, que la avaricia rompe el saco-
-Dales algo y vámonos de aquí- Me dijo Ana.
Tenía algunas monedas nacionales en el bolsillo, poco más de un peso cubano, y se las di mientras montaba. Los individuos no parecieron muy contentos, aquello estaba lejísimos de los veinte dólares que reclamaban, pero comprendiendo que ellos mismos se habían fastidiado, se limitaron a mirarme con mala catadura, volvieron a la sombra mientras maniobraba para dar la vuelta al coche y se agarraron a sus botellas, dándoles buenos tragos mientras nos alejábamos.


De izquierda a derecha, Idalia, Mami Livia y Ana, en la explanada del santuario, con este al fondo

No puedo cerrar este post sin hacer referencia a otros personajes de los que asaltan a todo aquel que tiene cara de turista. La mayor parte de estos ofician en la capital y en Santiago de Cuba, siendo escasos, excepto los lavoylimpio, en el resto de las capitales. En La Habana es fácil, hacia el medio día, o a la caída de la tarde, principalmente si hay restaurantes cerca, que cualquier persona te aborde, y como quien no quiere la cosa, tras una breve conversación, te informen de a qué restaurante puedes ir a comer, incluso, se ofrecen a acompañarte, aparentemente, sin pedir nada a cambio. Ese solo detalle ya debe resultar sospechoso. Si aceptas su ofrecimiento, te llevará a un restaurante, alabando la comida y los precios, y te presentará al encargado, y como todos somos amigos, aquí paz, allí fiesta, y todos contentos. La trampa consiste en que este señor que tan amablemente nos indica el mejor restaurante, nos acompaña y nos presenta a todo el mundo allí, cobra una comisión de este por llevarle clientes, comisión que, por descontado, le van a cobrar a uno en la comida, aumentando así el precio de ésta.


No..., si no busco un restaurante, solo estaba contemplando la fachada de este edificio...

Luego ya es inevitable que, en plena comida, una charanga te amenice la digestión, pero eso, aparte de ser normal, también es pintoresco, y por supuesto, no deja de ser una fuente de sorpresas. El trío que nos amenizó la comida, tras una somera conversación (preguntaron con mucha educación si podían darnos una serenata, cosa que aceptamos, todo el mundo tiene que comer...), al enterarse de mis orígenes gallegos, se arrancaron, a ritmo de acordeón, guitarra y maracas, con voces de tenor dignas de cualquier teatro, por unas "muiñeiras", baile típico de Galicia, que me dejaron alucinado y partiéndome de la risa. Se habían ganado una buena propina, ya lo creo.


!Toma Muiñeira¡

Una cosa está clara, este blogcumental puede ser de todo, menos aburrido. Las vueltas que di durante los dos primeros viajes buscando las localizaciones para llevar este proyecto a cabo están plagadas de anécdotas más o menos graciosas. Por hoy debo despedirme, los emplazo a todos hasta mañana, en donde podremos conocer un poco más de Las Tunas, y podrán acompañarme a un bautizo guajiro del cual Ana y yo fuimos los padrinos de honor. Gracias a todos aquellos que hoy nos honran con su visita. Pasen un buen día y sean felices. Al menos, esperamos haber contribuido un poco a ello...

PROYECTO GUAJIRO es una idea original de DAVID POSSE. © 2009. Todos los derechos reservados.

1 comentarios:

  1. Daniel HR says

    ¡Ja, ja, ja! Lo que hay que ver... Si es que la astucia no tiene límites. Ya un poco más serios, la verdad es que cuando la necesidad llama a la puerta, hay que saber cómo buscarse la vida y ganarse el pan. Espero que me disculpes, David, pero me he partido de risa con los "lavoylimpio" de Sierra Maestra ("Señores, ¿ustedes no saben leer?). Y el caso es que el caballero de Camino tampoco se queda atrás... ("Dudé en estrangularlo allí mismo o colgarlo de una farola"). ¡Santa paciencia! :-)


Publicar un comentario