EL SUEÑO DE UNA NOCHE DE SAN JUAN: MAGIA Y LEYENDA



Qué duda cabe que el culto al sol está muy extendido entre la humanidad, es un rito proveniente de la más remota antigüedad, y que hunde su génesis en la misma noche de los tiempos, ya que se cree que los primeros cultos solsticiales comenzaron hace unos 8.000 años, aunque posiblemente sean mucho más antiguos, y por supuesto, los rituales que tienen al fuego como protagonista, en tanto que representante de la luz y el calor del astro rey son innumerables, ya que tanto el sol como el fuego pueden considerarse entre las primeras deidades a las cuales el ser humano rindió, y todavía rinde, culto. La mágica noche de San Juan se enmarca dentro de las celebraciones que se mueven alrededor de estos ritos, ya que el solsticio de verano constituye el comienzo de un tiempo que es importante para la subsistencia de las sociedades, tanto las antiguas como las modernas, señalando así que, entre otras cuestiones, se aproxima el momento de la recolección de las cosechas. El fuego tiene un importante papel en estos ritos como elemento purificador, y desde la antigüedad se lo consideraba un elemento protector, ya no solo en el mundo material, sino también en el espiritual. Por medio de estos ritos, se apelaba a él al objeto de proteger al clan o aldea de los numerosos males que asaltaban la identidad del hombre en tanto ser viviente, desde los demonios, pasando por los malos espíritus hasta las brujas, a las cuales se las consideraban entre otras maldades, autoras de las plagas sobre las cosechas con las cuales los seres del inframundo arruinaban la cordura del ser humano, su alma, ya no solo su cuerpo. Por otro lado, se atribuye al fuego la facultad de ahuyentar al rayo, el granizo o las tormentas. Huelga decir que en prácticamente todas las culturas se encienden hogueras y hacen saltar o pasar por delante de ellas a todos los habitantes del clan, aldea o pueblo, incluidos sus animales, con intención de purificarse y protegerse de los males que los amenazaban, al menos, inmateriales. El ritual de saltar las hogueras o caminar a pelo sobre las brasas está también presente en todas las culturas. Hasta aquí, un poco de historia, pero no puedo dejar de hacer constar que una paradoja envuelve el rito, ya que actualmente se identifica una fiesta o ritual pagano con un personaje de la cosmogonía cristiana, San Juan, el cual, paradójicamente, está asociado a otro elemento totalmente opuesto al fuego, el agua. No hay duda de que, como en anteriores ocasiones, la iglesia, incapaz de poder desarraigar, aún a sangre y fuego, un rito profundamente enraizado en la consciencia de la humanidad, aplicó sabiamente el adagio aquél según el cual, si no puedes con tu enemigo, únete a él, absorbiéndolo y desvirtuándolo. Las hogueras de la infame inquisición no son más que otro elemento purificador al que se daba el cuerpo del condenado, al objeto de salvar su alma, con lo cual, la iglesia demostraba así que había aprendido y asimilado bien la lección, y la aplicaba en consecuencia. Pese a todo, debemos observar que, tanto el fuego como el agua son profusamente usados como elementos purificadores para el cuerpo y el espíritu. Sin embargo, la tradición es clara, en esta noche bruja, el demonio y los espíritus caminan libres sobre la tierra y conviene no provocar sus iras, ya que están a la caza y captura de incautos, cuyas almas arrastrarán sin piedad a los infiernos, pues según las tradiciones, en esta noche se abren las puertas del inframundo, con lo cual es posible caminar entre ambos, ya que en la noche de San Juan, magia, ritos y tradición caminan de la mano, y ante las hogueras se realizan todo tipo de hechizos, exorcismos, conjuros, contra conjuros, se piden deseos y se ahuyentan los malos espíritus que caminan entre los mortales, en una noche llena de encanto, hechicería y leyenda.
Atendiendo a todo esto de lo que ahora hablo, nos dispusimos a asistir al ritual, convenientemente pertrechados de carne, vino, cerveza, y, por descontado, un alto nivel moral, para espantar a los malos espíritus que especialmente este año parecen haberse cebado en nosotros, dadas las pérdidas sufridas. El escenario en el cual íbamos a llevar a cabo el ritual, fue la playa de Bastiagueiro, en A Coruña, una de las ciudades gallegas en las cuales está más arraigada la tradición de esta noche mágica.

Hacia las ocho de la tarde, de un día que había comenzado lluvioso, pero que a medio día comenzó a arreglarse, señal inequívoca de que el ritual podría celebrarse sin contratiempo atmosféricos, estábamos ya en el escenario. La gente, al ser día laboral, aún era escasa, pero poco a poco, la cosa fue animándose, y pronto, como si un cuerno oculto hubiese convocado desde las profundidades del mar a los participantes del ritual, el personal comenzó a hacer acto de presencia, eso sí, todos bien provistos de leña, y, lo más importante, las ofrendas, en la forma de abundante comida y no menos abundante bebida con las cuales ahuyentar al demonio y sus acólitos.

Poco a poco, como manda la tradición, cada cual fue levantando el altar en el cual inmolar sus ofrendas a los dioses, y ante el que se realizarían las peticiones de buenas cosechas, o lo que sea, para el año entrante, marcado por la entrada del solsticio de verano. Los preparativos son llevados a cabo cuidadosamente.

Una cosa no debemos olvidar, y es que, a mayor hoguera más espíritus serán alejados y más almas serán salvadas. Poco a poco, lo altares van creciendo, sin prisas, pero sin pausas. Las prisas no son buenas cuando la salvación del clan está en juego.

Todos, desde niños a mayores, ponen sus fuerzas al servicio del ritual. Nadie, ni las almas más puras, están libres esta noche mágica de las influencias provenientes del inframundo, cuyas puertas serán abiertas a la caída del sol.

Cualquier cosa susceptible de arder es válida para el ritual. Además, si a algún demonio malhadado se le ocurriese hacer acto de presencia, también podrían ser usadas como defensa, ya que un buen piñazo entre los cuernos propinado con la santa madera sería capaz de ponerlo en fuga como alma que lleva el diablo.

Poco a poco, los primeros fuegos comienzan a encenderse, mientras los oficiantes continúan llegando y preparando sus altares. El olor del humo se va elevando hacia los cielos, arrastrado por la fresca brisa marina.

A la vez que los fuegos, aún tímidos, van encendiéndose aquí y allá, al olor del humo se va sumando, lento pero cada vez más penetrante, el de las ofrendas: la carne asada y las sardinas van ahogando el olor de la madera quemada, y al crepitar de las llamas se suma el crepitar de de los alimentos en las parrillas.

Como para demostrar su satisfacción por el arcano ritual que tiene lugar desde que el ser humano puso los pies sobre este planeta, el dios sol tiene a bien el incendiar el cielo del atardecer, aportando así su granito de arena a la ofrenda, en la forma de la más bella hoguera celestial, como despedida y advertencia a sus súbditos y adoradores; "Si no os portáis bien, el infierno os espera..." A partir de este momento, cuando las sombras comienzan a espesarse y alargarse, cualquier cosa es posible...

Algunos chamanes del clan, mientras las llamas van expandiéndose a lo largo de la orilla, rezan sus preces a los dioses del mar, a los cuales ofrendan innominados e innombrados sacrificios cuando el padre sol se oculta.

Ya la noche cae sobre los oficiantes. Los olores de las ofrendas son más pronunciados, y los movimientos, más frenéticos. Ya los demonios caminan sobre la tierra. Y más les vale no hacer acto de presencia entre las hogueras.

Las llamas se elevan cada vez más, y el frenesí alcanza a su vez cotas más altas, bien alimentado por la carne y las sardinas, y por supuesto, convenientemente regado por el vino, la cerveza, y otros licores y mezclas, las mágicas fórmulas de las pociones con las que los diversos chamanes santifican y purifican a sus clanes. La noche cierra sobre las cabezas de los oficiantes, pero los fuegos dispersan las sombras.

Los ritmos que invaden la noche se suceden, bongos, congas, maracas, voces (bastante desafinadas la mayoría a estas alturas), se alzan pronunciando oscuros cánticos, cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos. La calidad de los ritmos está ligada en proporción directa con la cantidad de poción ingerida por los músicos.

Los olores se suceden, a los conocidos, se unen otros de procedencia desconocida. Tal vez el olor a azufre propio del infierno, o tal vez las diversas hierbas que los oficiantes fuman, o tal vez las que se echan a las hogueras, y no solo hierbas, sino también las ofrendas alimentarias que no se han podido consumir, las cuales son arrojadas a las llamas, y cuyos efluvios, se supone, contribuyen a ahuyentar el mal fario, el peor yu-yu, y a los espíritus despistados que no saben que están siendo exorcizados, los muy burros. A quién se le ocurre…

Algunos de los participantes en los ritos andan ya por los suelos, y resulta impreciso el intentar averiguar el por qué. ¿Acaso algún demonio, pese a todo, ha conseguido traspasar las defensas y ha tomado posesión de sus cuerpos? ¿Están cayendo en trance, aparte de caer también en el suelo? ¿O tal vez sea que las múltiples pociones y otros líquidos ingeridos, mezclados con las ofrendas devoradas y los efluvios de las hogueras les han sentado como una patada? Sea lo que sea, nadie parece prestarles atención. Cada uno tiene sus propios demonios que ahuyentar y no es cuestión de preocuparse mucho por los de los demás.

Al calor de las llamas, y de lo que no son llamas pero también da calor, principalmente por dentro, algunos cuerpos se aligeran de sus prendas, hábitos talares que impiden el seguir los cadentes y desacompasados ritmos. El ritual pagano está en pleno apogeo, y terminadas las ofrendas sólidas, se recrudecen las líquidas. Todo sea por la tradición.

Poco a poco, con el paso de las horas, el ritual va perdiendo fuerza, cumplidos ya sus objetivos, realizadas prebendas, ofrendas, sacrificios y peticiones, los diversos clanes comienzan a dispersarse a medida que las llamas pierden fuerza. Unos pocos, mayoría aún, probablemente porque dada la situación de crisis en que el mundo real está inmersa, están sin trabajo y no tienen que madrugar, permanecen fieles al pié de la hoguera, firmes en sus propósitos.

El solsticio de verano ya ha entrado (en realidad, lo hizo el día veintiuno, pero eso es irrelevante), el litúrgico pagano disfrazado de cristianismo llega a su fin, y tras llevar a cabo el rito de saltar las llamas, lo que ha costado más de un disgusto, principalmente a aquellos o aquellas a los cuales las pociones de sus chamanes han embotado ya no solo el entendimiento, sino también la destreza, las llamas van perdiendo fuerza para terminar muriendo. Un año más, la celebración ha sido llevada a cabo, ahora es el turno para los servicios de limpieza, que no solo deberán recoger la basura, sino también a aquellos oficiantes a los cuales vencieron la emoción y otras sustancias, y que, en diversos grados de coma o éxtasis, han permanecido en la playa, durmiendo plácidamente, mientras con sus sueños, contribuían a alejar a los demonios.



SAN JUAN Y LOS GUAJIROS
Mientras esto escribo, he revisado mi correo, y para mi sorpresa, me encuentro con el e-mail de un lector (al cual agradezco tanto su visita como su e-mail), que no duda en hacer la pregunta del millón de pesos, y que paso a abreviar:
“Estimado señor Posse, a lo largo de las últimas dos horas, he estado siguiendo las fotografías y los, llamémoslos comentarios, que usted va haciendo según las va subiendo. Mi pregunta es la siguiente: ¿qué c*** tiene que ver la festividad de San Juan en España con los guajiros cubanos?, no acabo de ver la relación…”
Pues bien, en realidad, no mucha, y toda, en el fondo, ya que una procede de la otra, y puesto que los españoles introdujeron la festividad de San Juan en toda Sudamérica, nos encontramos con que actualmente se celebra en Perú, Chile, Bolivia, Colombia o Venezuela, entre otros países, y por descontado, en Cuba, tal vez en menor medida, pero como mi secretario, tal y como ya expliqué en el post anterior, tuvo a bien comerse el trabajo que hoy iba a poner aquí, me he visto obligado a improvisar un poco, y aproveché la ocasión, dada la festividad. Por otro lado, pues sí tiene que ver, pero como debido a los problemas que he tenido, y que explico a lo largo de este blog, que supongo habrá leído en su totalidad, dados los otros comentarios que me hace, los cuales no me detengo a considerar aquí por no tener relación con el tema del post, paso a darle una información que de todas maneras, por su relación, tenía previsto incluir aquí, y que aprovecho su consulta para hacerlo. Desgraciadamente, habrá que esperar a una próxima celebración, y a algún patrocinador que tenga a bien financiar este proyecto, para ampliarla y documentarla convenientemente con imágenes, vídeos y entrevistas, lo cual haría este post muy diferente, algo que de momento no me es posible, como es fácil comprender hasta para el más lego de los mortales. De hecho, el material gráfico que aquí ofrezco, solo ha sido posible gracias al desinteresado préstamo de una pequeña cámara digital, y, al menos desde mi punto de vista, y pese al concienzudo trabajo de postproducción realizado, adolece de la calidad que a mí me hubiese gustado ofrecer.

La festividad de la noche de San Juan es muy seguida por los guajiros cubanos, y sí tiene raíces en Cuba, como es lógico deducir, dada la herencia, principalmente gallega o canaria, que tienen buena parte de los habitantes de la isla, aunque hay que reconocer que en algunas zonas parece haber perdido bastante fuerza, pero no por ello deja de celebrarse. En Cuba, las mujeres, al amanecer, se lavaban las partes íntimas, y no por ello debería usted entender que solo se las lavaban en esta época, ya que este ritual está asociado a los ritos de fertilidad, y desde ese aspecto, no el de la higiene, debemos contemplarlo. En Las Villas y Camagüey los vecinos de reunían por la noche y mientras compartían licor y alimentos, los niños recorrían las calles metiéndole candela, o lo que es lo mismo, pegándole fuego, a pencas de guano, para inmediatamente lanzarlas al aire al grito de ¡A quemarle las barbas a San Juan! y ¡Viva San Juan! Esto, al menos, en lo que se refiere al rito católico, el cual sí parece haber perdido fuerza, ya que si entramos en los ritos propios del sincretismo y la santería, los protocolos son más ricos y complejos, y actualmente más intensos, además, durante estas fechas también se celebran acontecimientos deportivos y culturales.
Para poner un ejemplo, me consta que, por la zona de Guantánamo, en el paso de La Llanta, en las márgenes del río Guaso, en el reparto (barrio) Rubén López Sabariego de Guantánamo, la noche del 23 al 24 de junio en un multitudinario acto se reúnen un gran número de personas, los cuales llevan a cabo un ritual que tiene relación no solo con el fuego, sino también con el agua, en una especie de romería popular. Por descontado que la celebración está convenientemente adornada con música, bailes, bebidas y comida, muy similar a la que aquí expongo, aunque, lógicamente, con otro matiz, ya que yo he querido presentar el San Juan en Galicia bajo la óptica del desenfado, propia de este blog, pero no por ello menos rigurosa, como puede apreciarse por las imágenes. Y volviendo a Guantánamo, sin alejarnos mucho de la zona, similares encuentros tienen lugar en el Paso de las Mujeres y La Playita, en el río Jaibo, al sur de la ciudad, o el Malecón del reparto Caribe, al norte, o en Confluentes, donde el Bano se une al Guaso. Son solo algunos ejemplos entre un sinnúmero de ellos que tienen lugar no solo en esta denominada “tierra entre ríos”, si no en toda la isla. En realidad, se pueden contar por miles las personas que acuden al o los eventos, siguiendo los sones de diversos grupos de músicos, mientras danzan al ritmo del tambor, acompañados por las típicas “congas” carnavalescas que confluyen desde los barrios, y que como es fácil suponer, dado el carácter festivo del pueblo cubano, el contagioso ritmo marcado por las diversas congas acompaña a los concurrentes al encuentro acuático en las márgenes de los ríos, y creo, si no me fallan los informes, que estos actos, con diversos altibajos, se vienen celebrando desde el siglo XVIII, en época de la colonia española. Mientras se llevan a cabo diversos actos, allí la tradición, en lugar de saltar las llamas, consiste en sumergirse vestidos en las aguas, pidiendo, al igual que en España y otros países, un deseo al santo. Una vez en el agua, cogen una piedra del fondo del río y luego se van, completamente empapados a pasear por las calles mientras se secan, o a sus casas, mientras otros ofrendan al agua prendas tan dispares como monedas o los extremos de sus cabellos, que previamente se han cortado siguiendo un ritual.
Profundizando un poco más en el sincretismo, no puedo dejar de comentar que estos ritos son muy diferentes a los celebrados en España, ya que durante los actos se lleva a cabo la coronación de un creyente en la santería, entiéndase coronación floral, y su posterior limpieza con las aguas en un vistoso acto, tras ser ungido su cuerpo con hierbas, hojas, raíces, flores, frutas y miel, por la denominada madrina, o en su defecto, y dependiendo de las circunstancias, por el padrino. Dado el sincretismo y la santería, profundamente enraizados ya en estos actos supuestamente llevados a cabo para honrar a un santo católico, es preciso decir que, por descontado, no faltan en la orilla “toques” a los orishas afrocubanos, convenientemente acompañados, como ya he mencionado, de comidas rituales, música, coplas, bailes, etc. Como puede verse, la celebración del San Juan en Guantánamo, y no solo en esta ciudad, sino también en toda Cuba, nace a partir de la liturgia del santoral católico. Sin embargo, con el paso de los años, la integración participativa de los esclavos negros traídos de África, resultó en la integración a los ritos católicos de las diversas prácticas de la espiritualidad de los recién llegados, cuyos ritos quedaban prohibidos por la iglesia, pero que se escondieron tras los mismo, sin perder su identidad, aunque ahora con nombres “católicos”, y que han persistido hasta nuestros días en las llamadas “Candeladas” y, como acabamos de ver, en los ritos relacionados con el agua. Actualmente, como digo, estas celebraciones van acompañadas de diversos actos culturales, exposiciones, música, danza, teatro, etc., forman parte de la panoplia cultural que acompañan a las celebraciones del San Juan, principalmente, en las zonas orientales de Cuba.



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